sábado, 10 de agosto de 2019

La indolencia como lacra social


Una de las peores crisis que le pueden sobrevenir a un pueblo se da cuando sus miembros pierden la compasión y el asombro ante el problema del hermano, el otro, la otra deja de ser su hermano, ya no le duele, fraternidad en crisis. Eso lo estamos percibiendo en este momento en Venezuela. Y no llegó esta virosis social con la guerra económica, ni con el bloqueo, sino que estaba antes ya presente. La codicia por tener muchos bienes innecesarios y el individualismo generado por la filosofía de mercado, llenan la psique humana de deseos parásitos que se convierten en caldo de cultivo para que aflore la indeseada cultura de la indolencia: "No me duelen los problemas sociales, pero tampoco me duele el desmantelamiento de las instituciones que están para resolver esos problemas sociales."

El Presidente Nicolás Maduro la resaltó durante su discurso de juramentación ante el Tribunal Supremo de Justicia como una de las lacras sociales a eliminar.

El tema se mantuvo unos tres días en los medios y luego lo desaparecieron. No se le mencionó más.

La indolencia en lo cotidiano

Con certeza puedo afirmar que no hay un solo día en que no me encuentre en las calles o en las instituciones públicas y privadas con un caso de indolencia. Hace días una madre desesperada en Mérida me entregó una dolorosa carta en la que me narra cómo le robaron su bebé de horas de nacido, el 4 de julio pasado en el Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes (IAHULA), y hasta hoy nadie se siente tocado por el dolor de una madre campesina, huérfana de justicia. Según ella, solo el CICPC acudió y privó de libertad a los sospechosos, mientras que después de unos días una juez indolente los dejó libres. Indolencia solo indolencia, cuando ni el director del IAHULA, ni el Fiscal Superior de Mérida, ni el Delegado por la Defensoria del Pueblo en el estado han tenido la más mínima sensibilidad para reaccionar ante el dolor de una familia que cada semana baja de la montaña a llorar la memoria de GAEL ISAAC, su recién nacido. 

En esa misma línea reflexiva encuentro funcionarios medios o altos en el gobierno que no cumplen con su tarea encomendada en favor del pueblo por indolentes que son. Concha dura los llamo yo, gente sin afectos para quienes la miseria del otro ni les roza la piel.

Indolente es igualmente la empresa privada que usa los alimentos como arma de guerra para acorralar a un pueblo. Pero indolente es también aquel funcionario de salud que desmantela los anaqueles de la farmacia de su hospital para llevárse los medicamentos a su clínica privada o para venderlos en el mercado sucio. Indolencia pecaminosa hay en aquel o aquella que se dice cristiano y no le importa el sufrimiento del otro, pasa de largo como el sacerdote y el levita en la parábola del Buen Samaritano. Indolente es quien genera burocracia para complicarle la vida a la gente. Indolentes somos cuando la mediocridad y la pereza nos ganan la pelea y terminamos haciendo cosas a medias, servicios a medias y caridades a medias. 

No podemos permitir que avance esta cultura indolente generadora de tedio y de muerte.

Por ejemplo ¿Cuándo, el Fiscal Superior de Mérida,Camilo Bastos y el Defensor del Pueblo, José Luis Colmenares, que deberían ser maestros en sensibilidad, dejarán que un instante de cordura cristiana toque su corazón y se decidan escuchar a la familia campesina de Gael Isaac, recién nacido que no alcanzó a disfrutar del calor insustituible de su mamá?

Gabriela, la mamá del carajito dice: “Por las tardes, cuando mi lactancia empieza a salir sé que es la voz de mi pequeño.” Es que ¿Acaso está tragedia familiar todavía no le dice nada a unos seres humanos que tienen la misión de administrar la justicia?

Indolencia, sólo indolencia encuentro por todas partes, razón tiene el presidente Maduro al mencionarla como lacra social. Pero la mediática lo calla y los organismos lo callan y empresas Polar lo calla y callan aquellos ministros mediocres que no viven para el pueblo que los eligió y callan aquellos ministros del altar que, por llegar temprano al templo, dejan al herido en la cuneta justificando su indolencia con un culto. Callan todos, pareciera que es mala costumbre mencionar la soga en la casa del ahorcado, dice un refrán popular.

Seguiré denunciando la indolencia donde quiera que la encuentre, porque hace demasiado daño. Es mentira que con indolentes se podrá hacer revolución. Lo más lejos que está de un corazón revolucionario es la insensibilidad ante el sufrimiento de la gente. No dejes que termine el día sin haberte examinado cómo están tus niveles de sensibilidad y su grado de compromiso en favor de los que más sufren. ¡Ánimo, en lugar de la indolencia! coloquemos el amor y la pasión por hacer las cosas bien.



Numa Molina
Sacerdote Jesuíta

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