Por Eduardo Marapacuto
Antonio José de Sucre (1795- 1830) es uno de los venezolanos
más preclaros que entró en las páginas de nuestra historia por amor a la libertad, a la patria y a su pueblo. También por su probidad, desprendimiento, ecuanimidad y justicia en el cumplimiento de sus deberes como hombre y como soldado de un ejército que se echó el miedo a las espaldas para romper las cadenas que oprimían a nuestras sociedades.
Antonio José de Sucre y el padre de la patria, El Libertador Simón Bolívar, son las figuras tutelares, creadoras y resplandecientes de nuestra patria. Por ello han trascendido los umbrales de la historia de la
inmortalidad.
La vida y obra de Antonio José de Sucre está llena de episodios interesantes, que se llenan de luz con los grandes aportes que
dejó para beneficio de toda América Latina y de toda la humanidad. Fue él un excepcional hombre de su tiempo, quien con sus reflexiones y preocupaciones
por la libertad e independencia de nuestros pueblos marcó pauta en el tiempo que le tocó vivir. Junto con el ejército patriota él se dedicó a construir un mundo mejor, una patria independiente de todo dominio foráneo.
Su preocupación fue amplia y se extendió por todos los pueblos, las llanuras y cordillera andina, llegando hasta Perú y Ecuador, que hoy a 226 años de su nacimiento, todavía andan luchando contra los grupos oligárquicos para construir los espacios de la libertad y la revolución.
Sucre fue testigo puntual de una historia que se desarrolló
con violencia. De allí, tal vez, su pensamiento y su energía los concentró en el puño y filo de una espada para lograr la verdadera originalidad de las
sociedades americanas. Su espada nunca la empuñó para asesinar, sino más bien para romper las cadenas del odio y la opresión, que mantenían hundida a América en los charcos de la ignorancia y el sometimiento.
El despertar de América, el despertar de nuestra patria
Venezuela, comienza con los primeros gritos de Bolívar y Sucre. Con ellos nace la semilla de la libertad. Sucre y Bolívar, fueron la energía que impulsó a Venezuela, a Colombia, a Bolivia, a Ecuador y Perú, a emprender la marcha por los caminos de la independencia. Ambos fueron protagonistas de
una época. Sus influencias, sus pensamientos no dejan de sentirse en la actualidad, especialmente en estos momentos cuando grupos oligárquicos, apoyados por los imperios, quieren acabar con sus legados y pensamiento revolucionario.
Resulta interesante recordar a estos dos hombres de nuestra
historia. Ambos dedicaron su vida, su tiempo su capacidad, sus fuerzas y toda su voluntad para darnos ese don tan preciado como lo es la libertad.
Ambos líderes abrieron las puertas para que los vientos de la libertad comenzaran a golpear suavemente el rostro y el corazón de los hijos de América. Es la hora de que todos los venezolanos asumamos como estandarte
las ideas y principios de estos dos grandes hombres.
Nacimiento y panorama histórico
Antonio José de Sucre nace en la ciudad de Cumaná el 3 de febrero de 1795. Eran tiempos de gran agitación política. Se vivían momentos desafiantes relacionados con el trono español, cuyos signos de decadencia ya comienzan a ser visibles en las colonias americanas. La inestabilidad es el signo que identifica la época en que vivió Sucre.
En España y toda Europa comienzan a darse una serie de cambios en el aspecto político, económico, social, cultural y religioso; que pronto empezaron a influir en el despertar de América que comienza a vivir su hora crepuscular. Surgen los primeros signos del descontento, anunciando las
tormentas del nuevo mundo. Y allí estaba Sucre, viendo surgir los brotes de inquietud y protesta contra el régimen colonial. Él fue testigo y protagonista de ese proceso emancipador. Él participó directamente en el movimiento independentista de América, ya que desde el principio ayudó a
sembrar las ideas de la libertad y la igualdad en la mente de todos los venezolanos y luego empuño su espada para ganar la gloria en los campos de las
batallas a favor de la causa patriótica.
Sucre recibe su primera educación en la ciudad de Caracas. «En el año 1803 [a los 13 años de edad], inició sus estudios de matemáticas para seguir posteriormente la carrera de ingenieros». Cuando comienza la Revolución inmediatamente se identifica con ésta, mostrando «desde los primeros días una aplicación y una inteligencia que lo hicieron sobresalir entre sus compañeros. Cuando se inicia la guerra, Sucre sale a campaña por el Oriente, bajo las ordenes del General Francisco de Miranda. En ese mismo año de 1810, con apenas 15 años de edad, se gradúa de subteniente. Luego en el año de 1816 (a los 21 años es ascendido a Coronel; a los 22 años es Gobernador de Guayana y Comandante General del Bajo Orinoco y luego jefe de Estado Mayor de la División de la provincia de Cumaná. En 1819, a los 24 años, es ascendido a General de Brigada; y al año siguiente es nombrado Ministro Interino de Guerra y Marina, Comisionado Plenipotenciario para tratar el Armisticio con las fuerzas de Morillo. Es jefe del Estado Mayor General y electo diputado por la provincia de Cumaná.
En 1821, a los 26 años de edad, se le confía el mando de la campaña hacia el Sur, que habría de culminar tras los laureles de la batalla de Pichincha en 1822 y la batalla de Ayacucho en 1824, que selló la emancipación de América del Sur y le valió el máximo titulo de Guerrero: Gran Mariscal de Ayacucho, que le concede el Congreso de Colombia en 1825.
A los 30 años de edad es nombrado Presidente de Bolivia, cargo al que renuncia en 1828. Dos años después Sucre es asesinado cuando se dirigía de Bogotá a Quito.
Demasiada gloria para ser soportada por los enemigos, que no soportaban la energía y el liderazgo de un hombre que estaba llamado para continuar con el proyecto de Bolívar, como lo era la libertad para todos los pueblos de América.
Sus aportes
Sus aportes son muchos y todos valiosos. Enumerarlos nos llevaría mucho tiempo. No obstante, podemos resumirlos en una sola palabra: LIBERTAD. En esa palabra están resumidas todas las preocupaciones del Mariscal Sucre, quien no descansa hasta dejarnos cobijados con el manto de la libertad. Lástima que ese manto fuera posteriormente desgarrado y picado en pedazos por los odios comprimidos que afloraron cuando los dos hijos más Grandes de América ya no estaban con nosotros. La historia tal vez hubiera sido otra. Aprovechemos la oportunidad que nos brinda la historia para enrumbar de una vez por todas a los pueblos de América por los caminos de la libertad, la igualdad y el bienestar colectivo.
Nuestra patria, nuestra América necesita de hombres y mujeres capaces y dispuestos a enfrentar el presente y el futuro con optimismo para lograr la verdadera justicia social que todos deseamos. El momento es propicio para reflexionar, para hacer un balance de lo que se ha hecho y lo que falta por hacer. Ahora más que nunca debemos estar en nuestras trincheras de trabajo y de lucha, mancomunando esfuerzos para consolidar la revolución y la patria, que los poderes hegémonicos nos quieren arrebatar. Debemos prometerle a nuestros libertadores que
aquí estaremos siempre de pie para defender los valores esenciales de la Revolución y cumplir con nuestros deberes hasta los límites del cansancio.
La responsabilidad sobre el futuro de nuestra patria no es de individualidades, sino de todos. No miremos para atrás…miremos hacia adelante y a paso de vencedores marchemos unidos, apoyando a Nicolás Maduro, para seguir cosechando victorias y cabalgando en paz hacia las llanuras fértiles de la democracia revolucionaria.
San Cristóbal, 3 de febrero de 2021
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